Sánchez gobernador no se negocia. Cinco palabras. Cimbronazo en la oposición. El mayor ruido político de enero en Tucumán sintetizado en una frase. La definición de Mariano Campero, inesperada como el temblor, sacudió la tranquila estantería opositora -la desequilibró- y desacomodó los reiterados discursos en pos de la unidad. Rompió el silencio y alteró la modorra estival de Juntos por el Cambio a juzgar por las inmediatas reacciones de los alfaristas, los que le arrojaron municiones de todo calibre. Sin embargo, detrás de los dimes y diretes, el concepto del intendente de Yerba Buena obliga principalmente a prestarle más atención al futuro de la UCR que al enfrentamiento generado con el alfarismo porque, tal vez sin pretenderlo, el dardo que lanzó hará blanco final en el partido radical.
Porque Campero no sólo les envió un mensaje tempranero a sus adversarios peronistas de Juntos por el Cambio sino, además, a sus propios correligionarios. Cabe interpretar que la sentencia no se acotó a un solo rival. Los adversarios que tienen que decodificar el mensaje son muchos más. Porque, por extensión del concepto político del jefe municipal de la Ciudad Jardín, Sánchez, como candidato radical a gobernador, tampoco se debería negociar en el plano partidario. Si el aviso inicial tenía un destinatario -Alfaro-, este año el principal escenario que aparece para que se verifique aquella fórmula es en un eventual proceso interno del partido radical, hoy intervenido y desmovilizado.
Innegociable es un concepto que frena cualquier debate o diálogo político, obliga a aceptar o a rechazar la pretensión y en términos democráticos impone defenderlo a través de las urnas. Sólo los votos suelen dar la razón o acallar pretensiones. Aspecto que abre otro horizonte posible, porque la especulación detrás de la afirmación de Campero no sólo abofetea -en términos políticos y electorales- al PJS y a la UCR, el telegrama va dirigido a probables futuros socios, como el bussismo. Desde FR salieron a aplaudir al yerbabuenense.
En fin, la sentencia Sánchez gobernador no se negocia, pareció ir dirigida a todos los socios de Juntos por el Cambio -en virtud de las reacciones del alfarismo-, pero puede alcanzar a la probable normalización de la UCR, o también significar el anticipo de la ruptura del frente para ensayar otra alternativa de poder en la provincia. Tres posibles caminos. La segunda se verificará si la dupla Campero-Sánchez decide pelear por la conducción partidaria para imponer sus pretensiones. Lo que debería suceder en no más de 90 a 120 días, si es que la dirigencia radical tiene intenciones de normalizar el distrito y de sumergirse en un proceso de disputa interna para elegir sus autoridades; o resolver los liderazgos.
Sin embargo, si todos se tienen miedo entre sí y no quieren arriesgarse a perder lo poco obtenido, saldrá la consabida y no muy bien ponderada lista de unidad; caso contrario, si hay vocación de poder y ganas de revitalizar al radicalismo, puede sobrevenir una interna para seguir con suma atención. Sería interesante, porque allí los afiliados dirimirán finalmente si el radical Sánchez como candidato a gobernador es realmente innegociable. Será el primer round de una primera batalla en el campo opositor donde habrá que tener muy en cuenta la carta orgánica de la UCR, especialmente el capítulo referido a la convención provincial del partido.
Ese cuerpo legislativo es la máxima autoridad de la organización política -compuesta por unos 80 miembros- y es el que puede designar los candidatos partidarios para elecciones generales “cuando hubiese sido imposible la realización de comicios internos”. Para eso debe sesionar con los dos tercios del cuerpo. O sea: hay que ganar la convención, de manera contundente, y conducirla para poder imponer condiciones electorales. El plenario también puede resolver sobre la incorporación de candidatos extrapartidarios. O sea, define sobre aspectos electorales.
Las primarias abiertas del año pasado aportan un dato a tener en cuenta para un eventual trámite electoral radical: la dupla Sánchez-Campero doblegó al binomio Cano-Elías de Pérez en el rubro diputados nacionales por 140.000 votos contra 70.000, casi lo mismo que en senadores. Claro, no eran sólo radicales los que votaban, pero no se debería dejar de lado este detalle para una interna, ya sea que se llegue a una votación o que haya lista única.
Se supone que un eventual choque debería darse entre la dupla del concepcionense y del yerbabuenense y la de los ex parlamentarios. Para los segundos, imponerse implicaría resurgir nuevamente; para los primeros, consolidarse. En función de los antecedentes y de las consecuencias de una interna en la UCR, bien podría sostenerse que la consolidación o la fractura de Juntos por el Cambio depende del resultado de esa probable interna. Si la hay, claro.
Alfaro observará con especial atención el desenlace porque su futuro depende también de lo que pueda suceder con la coalición opositora. El silencio del capitalino en parte se debe a esta situación, porque no puede lanzar definiciones a priori si no está seguro de lo que puede ocurrir entre los radicales: sus socios en un frente que le compita el poder al PJ. El futuro de Juntos por el Cambio, como nunca antes, va a estar en manos de la UCR.
Así como el intendente de San Miguel de Tucumán verá callado el final de esa posible interna, quien también la seguiría con interés sería Ricardo Bussi. El legislador supo hacer buenas migas con Campero, ambos tendieron puentes para construir un espacio antiperonista que le compita la gobernación al oficialismo, por lo que si el intendente interviene en la interna radical y gana, bien; o si se abre y sale por fuera del partido, bien también. Sánchez gobernador no se negocia no le debe disgustar mucho a Bussi como una opción. Por cierto, a él también la dupla Campero-Sánchez lo duplicó en votos en las PASO. Sánchez-Bussi, se puede negociar.
Todo cálculo se está haciendo, porque frente a cualquier resultado o definición los planes deben estar prestos. La dirigencia radical es consciente de la centralidad que adquiere la UCR para el proceso de consolidación de Juntos por el Cambio y por ahora van caminando hacia una eventual interna con una grieta política para determinar quién se queda con la sigla partidaria y con el poder interno. O bien la división supera las fronteras de la estructura y pone en riesgo la supervivencia de la coalición opositora.
Sea como sea, al radicalismo le cabe un rol clave este año a partir de que se debe la normalización, proceso que puede consolidar a la oposición o bien fragmentarla.
Y así como hay opositores que prestarán atención a la UCR, también los hay oficialistas, porque a no dudarlo, en el Gobierno han festejado la condición que impone Campero a sus aliados, de no negociar la postulación de Sánchez. Si pueden, hasta alentarán al intendente para que se mantenga en sus trece, porque es más lo que divide que lo que une a la oposición. Frente a los escasos 20.000 votos de diferencia que hubo en los comicios de noviembre, el oficialismo debe aplaudir cualquier maniobra que pueda llegar a dispersar la oferta opositora, ya que cuentan con que sus más de 400.000 votos se volverán a repetir el año próximo.
Si Sánchez no se negocia, si de la interna radical puede surgir un nuevo candidato, si Murga (CREO) se postula y si Alfaro ya dijo que quiere ser candidato, no hay mejor panorama político para el Gobierno. Lo único que deben hacer desde la Casa de Gobierno es alimentar la división, echar leña al fuego y esperar que Juntos por el Cambio estalle por los aires. Que salgan más separados que juntos.